lunes, 22 de febrero de 2010

Juego limpio



Amin Motavassel Zadeh. Tan desconocido como su modesto club, el Mogavhemat S
epasi, y la liga en la que actúa, de Irán. Es más, probablemente acabe su carrera deportiva en poco tiempo y sin haber destacado medianamente en cualquier equipo del continente asiático o haber jugado un mundial defendiendo a su país.
Quizá por eso, no apellidarse Ronaldo y su exigua celebridad, pocos le dieron la trascendencia debida a una acción que traspasó los comunes linderos que el fútbol, cada vez menos honesto y cada vez más dinerario, tiene.

Se jugaba una fecha más del torneo oficial de clubes locales, corría el minuto 91 y el Mogavhemat perdía 2-1 hasta que un choque entre el portero rival y un delantero propició que Motavassel encontrara el balón y quedara solo frente al pórtico con evidentes opciones de decretar el empate; sin embargo, el atacante, viendo al arquero doblado de dolor y sin posibilidades de defender su puerta, prefirió tirar la pelota fuera del campo y reclamar atención a su colega. Una actitud digna, idéntica a la de Di Canio jugando por el West Ham, en el 2000. El fair play vestido con chimpunes.

Pero, cuatro notitas televisivas, unas de internet, foto a dos columnas y listo. “Pon mejor algo de las amantes de Jon Terry y los ‘cuernos’ de la esposa de Tiger Woods”, habrán decidido muchos admiradores de Pasquino; o, más acorde con la realidad trujillana: “mejor ‘chancamos’ al ‘colombiano’ o al ‘chato’, hasta que nos compre avisos publicitarios”, quizá pensaron varios que portan micrófono y agreden a diario.

“Así no juega Perú”, grita mi sobrino cuando no apruebo sus bromas. Antier empezó el torneo Apertura peruano. Que el gesto iraní sea un aliciente para que todos los involucrados en el más popular deporte, no sólo futbolistas, intentemos ser mejores. Hasta la próxima.

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jueves, 11 de febrero de 2010

Hasta siempre, Querido 'Veco'



No puedo darme el lujo de decir que fui su amigo como varios bendecidos. Sin embargo, si puedo afirmar que, además de leerlo desde muy pequeño, compartí algunas horas con él y me resultaron de las más importantes que el periodismo, a este humilde columnista de cada cuatro días, le ha dado.

Aquellos -y no son pocos-, quienes aseguran que Don Emilio Lafferranderie revolucionó el reporterismo deportivo en el Perú no exageran un ápice. Y eso basta para resumir la magnitud que la trayectoria de ‘El Veco’ ha tenido aquí y en el continente. Tras llegar a Lima, en 1981, su verbo o pluma, sea reprobatoria o halagadora pero siempre pulcra y risueña, noble en la forma pero punzante en el fondo, rápidamente encajó en las expectativas de una afición atlética que crecía a la par de los éxitos del fútbol, clasificado al mundial de España 82, y el voley, subcampeón mundial ese mismo año. Por eso, los peruanos empezamos a quererlo de inmediato y los cuatro meses que tenía proyectado residir en la capital se convirtieron en muchos años hasta decidir, como siempre aseguraba en sus últimas entrevistas, “morir acá, junto a Lolo, Juan Joya, Toto Terry...”

Eran inicios del 2000 cuando me recibió en el hotel Libertador. Y, tan humilde como elocuente, este odontólogo charrúa metido a extraordinario periodista me dijo, entre otras cosas, una frase que la recuerdo tan clara como los abrazos de mi madre: “el mejor consejo lo recibí de Constancio Vigil, fundador de El Gráfico: si tu comentario no motiva una sonrisa, lágrima o discusión, no sirve; ¡debes generar algo, hijo!” Un maestro.

Así, su partida la sienten en toda Sudamérica, desde el ex presidente uruguayo Julio Sanguinetti, pasando por el escritor argentino Jorge Barraza hasta el entrenador Sergio Markarián. Y además, que duda cabe, miles de nacionales que encontramos en él una forma fácil de amar al deporte. Hasta siempre, querido ‘Veco’.

lunes, 1 de febrero de 2010

Mala fama


Tan igual a los sones de una hermosa marinera, la fama puede ser muy extasiante y adormecedora. Tanto que, dependiendo de la personalidad de quien la reciba, igual deriva en consecuencias celestiales como, todo lo contrario, en hechos muy lamentables. Lo sabe bien el actor George Clooney, que en unas horas, y como parte de una magnífica cruzada que el mismo promovió, recaudó 58 millones de dólares a favor de los damnificados del terremoto de Haití. O también, y ya refiriéndonos a deportistas, el mejor tenista del mundo Roger Federer, quien, en un solo partido, recaudó casi medio millón con el mismo fin.

Pero asimismo, y esta es la parte oscura de su mágico hipnotismo, ser famoso te puede volver temerario hasta transitar sin frenos por la cima de la muerte. Salvador Cabañas es una muestra. El delantero, mejor futbolista de América en el 2007, ídolo del más famoso club azteca y máximo exponente del seleccionado paraguayo que jugará el mundial 2010, cometió la torpeza de retar a un mafioso mexicano en el propio D.F., una de las ciudades más violentas del mundo. “Tírale (dispara), si tienes huevos”, le espetó al ‘Modelo’ (alias de su agresor) en el baño de un bar y como respuesta recibió un balazo en la cabeza que lo tiene agonizante mientras millones rezan por su recuperación.

Ojalá su fortaleza le dé la suerte que sí reciben, hasta ahora, el inglés Paul Gascoigne y argentino Ariel Ortega, cracks que, sin embargo, no pueden superar su alcoholismo. Esa chance que, en cambio, no tuvieron Felipe Pérez y Albeiro Usuriaga, jugadores colombianos asesinados en ajuste de cuentas. Todos, integrantes de una larga lista de descontrolados – que, claro, incluye a los incas ‘Kukín’, Broncano y ‘Chiquito’- inservible de detallar. Es la fama mal manejada. Fatal si no se sabe asumir. Hasta la próxima.