Arturo Camacho y Luis Amaya son dos de mis buenos amigos. Al primero lo conocí jugando en la asociación La Soledad, en Moche; al ‘Chito’ en tanto, me lo cruzaba en las aulas desde 1995, cuando cursaba los primeros ciclos de Ciencias de la Comunicación y él la hacía de dedicado profesor y entusiasta pelotero.
Algunas otras similitudes tienen además de las futboleras, pero hay una de tipo ideológica que me interesa hoy: lamentan la hipócrita identificación del aficionado de Trujillo -donde vivo y donde nací- con los equipos regionales. Esta, una cojera evidente cuando cualquier club local, sea Mannucci , Deportivo UPAO, Sport Coopsol y, sobretodo, la UCV, enfrenta – cada cual en su momento- a los denominados “grandes” y debe soportar a miles de aficionados celebrar goles rivales. Una escena totalmente contraria, claro está, cuando de rivalizar con elencos de poca monta se trata.
Elementos para evaluar este fenómeno local hay muchos y hasta de condicionantes partidario-políticas. Sin embargo, poner sobre el tapete los logros deportivos de cada entidad podría servir para entender porque hay uno menos afectado en esa suerte de trujillanismo sacavueltero: Mannucci. El cuadro tricolor, respetando el concepto de que las hinchadas se forman a la par de los títulos que un representativo acumula, suma, además de dos Copas Perú, muchas coronas regionales (en los recordados zonales profesionales) y algunos arañazos de Copa Libertadores que incrementaron su caudal de simpatizantes en los setentas y ochentas.
Elementos para evaluar este fenómeno local hay muchos y hasta de condicionantes partidario-políticas. Sin embargo, poner sobre el tapete los logros deportivos de cada entidad podría servir para entender porque hay uno menos afectado en esa suerte de trujillanismo sacavueltero: Mannucci. El cuadro tricolor, respetando el concepto de que las hinchadas se forman a la par de los títulos que un representativo acumula, suma, además de dos Copas Perú, muchas coronas regionales (en los recordados zonales profesionales) y algunos arañazos de Copa Libertadores que incrementaron su caudal de simpatizantes en los setentas y ochentas.
Los demás, en tanto, están en franca desventaja en ese rubro y urgen una victoria diferencial que genere un viraje radical a su favor. Vale decir, si la UCV accede a la Copa Sudamericana, mis cinco sobrinos -y toda su mancha- se harán poetas. Y la ecuación es válida para todos: más títulos, mayor identidad. Hasta la próxima.