miércoles, 11 de junio de 2014
AUNQUE NUNCA CLASIFIQUEMOS
Fútbol en la sopa, fútbol en la radio, fútbol en la tele, fútbol en la combi, fútbol, fútbol y fútbol. A pocas horas de que el nuevo opio de los pueblos inicie su vigésima versión, a casi todos, hasta a mi abuelita si estuviera viva, nos envuelve un clima con simulados hurras de fondo y mucho papelito picado. Y vivimos, nos alistamos y planificamos, en la casa, calle o el centro de trabajo, en torno a ese bacanal pelotero de 32 días. Es el fútbol que droga y no distingue razas, ni sexo, ni religiones, ni nada. Que nos arrastra en una marea benevolente. Desde las tierras más lejanas hasta el otro lado del mundo.
¿Y por qué será tanta su acogida?, le pregunte una vez al gran Elder Lázaro. Y claro, si desde el vientre estamos pateando, como si fuéramos futbolistas, me explicaba. Otros, caso el argentino Joaquín Caparrós, aluden a la facilidad con la que se arma un partido: unas piedras, un piso cualquiera y hasta una pelota hecha de puros trapos bastan. Además, a diferencia de otras disciplinas caso básquet, vóley y demás, el momento supremo (el punto, el gol) no se repite tanto, llega con expectativas acumuladas y eso lo hace único, complementaba. De otro lado, sus reglas básicas son muy simples, hasta un niño de cinco años las entiende, dice el escritor mexicano Juan Villoro.
Será pues. Habrá que alistarse para la fiesta universal, ton, y no ser tomado como un bicho raro. Aunque las novias se incomoden y los peruanos nunca clasifiquemos. Aunque haya millones de brasileños también que, como Borges, prefieren odiar el balompié, y día tras día, se manifiestan reclamando mejoras sociales en el país de la samba antes que tanto despilfarro por la Copa. También, habrá que verlo.
Hasta la próxima.
Oswaldo Rivasplata
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