Tengo una sentencia hoy: aquel periodista deportivo que diga que no le gustaría ser entrenador aunque sea por unos minutos es más mentiroso que Allison o la Sasieta. Ese deseo, lo confieso, me asalta de vez en cuando. Pero, y aquí marco distancias con muchos sí valientes, siempre que las circunstancias sean muy favorables para el equipo con el cual simpatizo. Osea, más fresco, nunca. Y me volvió a ocurrir el martes último...
Era mediados de noviembre, muchos días antes de culminar el Descentralizado, pero ya varios predecían el descenlace entre grones y cremas. Y dentro de una ola de pronósticos, un longevo taxista, cobrizo él y con voz gruesa como el más duro chinchano, lanzó la proyección que me resultó más atinada: “la ‘U’ sabe que debe anular a Montaño y nada más; él hace todo en Alianza y los merengues, en cambio, son más colectivos, allí son obreros y no hay cracks, franco maestro”. Tan furibundo como el taponazo ganador de Piero Alva.
Por eso el trámite de la primera definición no me sorprendió. El cuadro de Ate hizo lo que hasta el menos conocedor podía plantear: nunca le dejó espacios al ‘Potón’, consciente que de sus pies se generan el 90 por ciento de acciones de riesgo de los íntimos. Luego, ordenado, sacrificado y efectivo -generó muy poco pero mató a los 29’-, labró un triunfo que lo pone a tiro de título. Obviamente, una final sin figuras no sirve y en este caso, Raúl Fernández, con atajadas casi de play statión -sobre todo cuando Montaño fue soltado en los últimos veinte minutos-, ganó ese derecho por largo margen.
Por eso, el martes último hubiera querido estar en lugar de Reynoso, al menos para la charla técnica. “Rainer, ‘Fito’, Galván, Galliquio, márquenlo al ‘Potón’ y listo”, hubiera imitado los gritos de Mourinho con las posturas de Bielsa. Hasta la próxima.
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