Apurando la marcha, venía en el asiento trasero de un taxi, el último martes. Y la razón no era otra que llegar a tiempo para ver el partido que la selección enfrentaría a Paraguay por la décima fecha de las Clasificatorias (¿o Eliminatorias?). Restaban cuatro minutos para las 5 p.m. y las ansias me ganaban como si se tratara de una cita amorosa con la más rica del barrio.
- Pise el acelerador, profe.
Y sí pues, iluso, una vez más le estiraba el crédito al equipo de todos. Como tantas veces. Y como tantas veces, me fui de cara. Y ni siquiera quise escuchar ese comentario del chofer sonándome a duro presagio: “pucha, maestro, lo malo de la selección es que siempre arruga para los partidos bravos. Cuando deben ganar, los jugadores se chupan. Y los paraguayos siempre han sido guerreros, ganen o pierdan” Entonces, sólo sonreí, mientras le miraba por el retrovisor y me motivaba pensando que los rivales llegaban con varias bajas y anímicamente muy golpeados.
Y, vaya, una carrera despavorida hasta mi habitación del segundo piso, dos fuentes de palomitas de maíz preparadas en el medio tiempo, una coca cola helada y noventa minutos después, otro había sido el once deprimente en el Defensores del Chaco. Sólo correlón, inquieto, pero sin el alma y ese coraje que diferencia a los de estirpe. Hasta el tan amado Guerrero, chillón como bebe sin juguete, decepcionó. Y ya ni Markarián tuvo argumentos para defender a sus seleccionados: “estoy decepcionado…algunos no pusieron esfuerzo…”. Justo eso, la entrega que nunca debe faltar, juegues mal o bien.
Y, bueno, dicen que para conocer la opinión del pueblo basta consultar a los taxistas: “ES VERDAD, NUESTROS EQUIPOS SE ACHICAN CUANDO LAS PAPAS QUEMAN O SALEN COMO FAVORITOS ANTES DE UN PARTIDO, MAESTRO”
¿Todavía podemos clasificar? No creo en los milagros. Y para tener suerte primero debemos demostrar clase. La prestancia que no conoce de jugadores con intermitencias tan marcadas, quienes un partido rinden y al otro no.
Hasta la próxima.
Hasta la próxima.
o.rivasplata@pucp.edu.pe
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