lunes, 11 de enero de 2010
Pseudoacademias
Con el verano no sólo llegan, como marca característica de la época, los días soleados y las masivas asistencias a las playas por jóvenes y adultos.
También, derivado del abandono temporal de las aulas escolares, es común observar a cientos de niños y adolescentes practicando su deporte favorito como salida que los padres utilizan para aprovechar ese vacío ocupacional que se forja desde enero a marzo en cumplimiento a la currícula educativa nacional.
Y entonces, vemos a cientos corriendo tras un balón, nadando en una piscina, anotando una canasta, moviendo un alfil sobre el trebejo, imitando un golpe de kata o hasta golpeando un saco de box, según el caso.
Sin embargo, lo punible es que, varias, dentro de las cientos de academias deportivas que ‘mágicamente’ aparecen por este tiempo, no tienen las condiciones adecuadas para ser consideradas pedagógicas y asumir la delicada y extraordinaria responsabilidad de educar a personas en formación. Muchas responden a objetivos exclusivamente económicos y ofrecen el oro y el moro – desde segura incorporación a equipos profesionales de la capital y viajes al extranjero hasta las que usan figuras mundialistas como presuntos directores ejecutivos- con tal de captar la atención de los alumnos y el dinero de los progenitores sin importarles el deber ético que su condición conlleva.
Ante tal situación, bien haría el Instituto Peruano del Deporte en verificar las condiciones integrales – estructuras, logística, organigrama, calificación de sus entrenadores, etc- en que se desarrollan esas entidades y así garantizar el buen trato a sus alumnos; incluso, la Defensoría del Pueblo podría actuar de oficio e intervenir a las mal llamadas escuelas deportivas y condicionar su funcionamiento a un manejo responsable. Y es que con los niños no se juega. Hasta la próxima.
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