Las pasiones superan las razones. Tan clarito como relámpago
en noche cerrada. Y en deportes tan vibrantes y multitudinarios como el fútbol,
esos ejemplos tienen mayor continuidad. Allí, en las gradas de cualquier
estadio, se hacen inmensas, agitadas; se aglutinan hasta desatarse y volverse
incontenibles como la sombra avanza cuando el sol declina. Sin importar
nostalgias o grandes tiempos idos, idolatrías, edades o cualquier condición.
Lo he visto varias veces. Y, lamentablemente, otra vez hace
unos días, en el estadio Mansiche. Jugaban el popular Mannucci y el novel Sport
Vallejo. En la primera parte Juan Caballero, entrenador del equipo vallejiano,
fue expulsado por el árbitro Moisés Enriquez – de actuación lamentable esa
tarde- quien ordenó fuera retirado del campo y ubicado en las graderías. Hasta
allí todo normal, con silbidos comunes y gritos previsibles.
Sin embargo, luego que el DT recibirá la sanción, los
cientos de hinchas carlistas instalados en la tribuna preferencial, arremetieron
contra él de la manera más vil. Insultándolo sin parar y arrojándole algún
objeto que quien fuera goleador y salvador del conjunto trujillano – en 1991, tres
tantos suyos contra Sport Pacífico de Tumbes mantuvieron a Mannucci en primera -
no merece. Probablemente, muchos, entre
quienes lo agraviaron, fueron los mismos que vivieron tantas alegrías con sus
actuaciones.
Sólo para recordar, Caballero, según el gran Elder Lázaro,
es el mejor futbolista trujillano de toda la historia. Jugó en la primera
división española, selecciones nacionales y fue anotador en diversos cuadros
locales y extranjeros. Y, principalmente, siempre ha demostrado ser un
profesional correcto. Un ejemplo para la sociedad deportiva local.
Que nunca más ocurra. Aunque se diga que las pasiones, sobre
todo en el fútbol, superan las razones.
Hasta la próxima.
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