miércoles, 25 de julio de 2012
El luchador Fernández
Más con pinta de roqueros que de futbolistas, hay atletas a los que ganarse un nombre les ha costado hasta triple esfuerzo. Son aquellos que no nacieron con el don del pelotero, con la técnica medianamente requerida o siquiera la pateaban por puro gusto cuando tenían cinco años. Adolescentes que cuando debutaron en primera parecían caballos desbocados y ni el más optimista le proyectaba éxito. Sin embargo, siendo menos ágiles que un palitroque, sí poseían la virtud más importante para emprender cualquier objetivo de largo plazo: perseverancia. Pues en ellos los errores no intimidan y las caídas resultan estímulos para levantarse con más fuerza. Y así, lograron lo que se propusieron.
José Carlos Fernández es una clara muestra. Cuando apareció en la sub 20 de Sport Coopsol, el 2002, sabía saltar y cabecear pero nada más. Incluso, Juan Caballero, el DT del equipo mayor, no le tenía confianza y recomendaba que sea suplente. Años después, ‘Juan Gol’ me confesó que ‘Zlatan’ le hizo cambiar sus conceptos sobre la formación de futbolistas: “Antes, pensaba que los jugadores nacían y no es así: él – Fernández- se hizo goleador pese a que no tenía cualidades”
Hace unas horas el trujillano, quien también jugó vóley y básquet en su etapa amateur, se convirtió en nuevo integrante del Argentinos Juniors y actuará en una liga que se amolda a su estilo: mucho despliegue, lucha y velocidad. Y a sus 29 años, en plena madurez deportiva, confío que no defraudará. Porque, coraje y perseverancia, le sobran a este atacante quien, cuando pertenecía al club UCV, se quedaba una hora más después de los entrenamientos ensayando remates al arco.
Hasta la próxima.
o.rivasplata@pucp.edu.pe
miércoles, 11 de julio de 2012
Te extrañábamos
Arrastrados por esta sociedad mercantilista donde todo cuesta pero nada tiene valor y se vive tan fugazmente como se piensa, hay técnicos que fácilmente renuncian al fútbol en su esencia. A lo que nos enseñó Pelé, luego Maradona y Cueto, después Romario y Redondo, o recientemente Ronaldinho, Forlán y Neymar. Y, presionados por el costo económico o ese presidente que nada sabe de balompié pero sí de dinero, priorizan triunfar a como dé lugar antes que jugar bien. Así pasa mucho hoy en día. Y abundan los resultadistas – esos que ganan horriblemente pero ganan – y a los románticos los tildan de anticuados o desfasados.
Pero todavía, felizmente, en esta jungla de forma esférica sobreviven algunos rebeldes que defienden la belleza como único medio para conseguir resultados en un juego (¿o no lo es el fútbol y si, acaso, una guerra?). Esos tan dignos que hasta reconocen al rival que hace una de lujo y nunca enviarán ‘ajustarlo’ o romperle la pierna pero sí anularlo con armas válidas.
Angel Cappa es uno de esos pocos. Al argentino, que se ha paseado por los mejores clubes del mundo, no le ha ido bien en los últimos años – fue subcampeón del Clausura 2009 con Huracán de Argentina y nada más- pero tiene el mérito enorme de defender sus convicciones. Esas que aprendió con Menotti – su maestro- e instauró en Real Madrid, Tenerife, Racing, Boca Juniors, Peñarol, River Plate y varios más. Una dinámica donde los once no sólo corran todo el tiempo y se respete al público y al rival, pero también al balón como símbolo del toque, la inteligencia y aprovechamiento de los espacios.
En su libro “¿Y el fútbol donde está?” (Peisa, 2009) hay una frase, entre miles, maravillosa: El fútbol no tiene sentido cuando lo quieren convertir en puro negocio.
Por eso me encanta que Cappa vuelva al Perú contratado por la Universidad San Martín. Y que nunca se vaya. Hasta la próxima.
o.rivasplata@pucp.edu.pe
domingo, 1 de julio de 2012
Volvé pronto, Pep
Lo bueno de los grandes equipos es que, a la vez que se acercan al mejor fútbol, destruyen tópicos que de tanto repetirlos se convierten en verdades inmutables para la mayoría que no tiene ganas o no puede pensar. Por ejemplo, que el fútbol actual necesita del doble 5 (doble pivote se llama en España) para la recuperación de la pelota. Entonces es cuando el Barcelona juega solo con tres volantes, ya ni siquiera con cuatro, y recuerda que la recuperación es una tarea colectiva. Hace rato ya que algunos tácticos avanzados, decretaron la desaparición de los wines y es cuando el Barcelona recuerda que jugar con wines es tan moderno como hace 50 años, y que tal vez sea la mejor manera de abrir la cancha para encontrar profundidad.
El toque fue declarado de inutilidad práctica y, en todo caso, capricho de románticos perdedores para dar lugar a lo que llamaron apresuradamente "fútbol directo" y que no era más que un pelotazo largo generalmente sin destino preciso, adoptado sin cuestionamiento alguno por entrenadores "estudiosos". El Barcelona nos hizo ver que se toca para distraer y sorprender, para no tener que apelar al músculo sino a la inteligencia. Y que también sirve para defender: si la tenemos nosotros, como se juega con una pelota no la pueden tener ellos. Y para desanimar a rivales entusiasmados y bien preparados físicamente que, de tanto correr sin poder agarrarla, se cansan mentalmente y abandonan la tarea o siguen por inercia.
A los que confunden la velocidad con correr mas rápido, el Barcelona les reveló que, jugando a uno o a dos toques, la pelota circula mas rápido que cualquiera, y que para jugar a uno o a dos toques es necesario que el que la lleva tenga varias opciones de pase. O sea, el que la tiene no corre, corren los que no la tienen. Y que para ofrecerle una opción al compañero que la lleva hay que mirar y ver, y conocer el juego, cosas mucho más importantes que levantar pesas.
Y que el fútbol nos permite soñar y que eso de ninguna manera está reñido con ganar. "Estos jugadores hicieron realidad las jugadas que tantas veces soñé", dijo Guardiola, el conductor de este fabuloso Barcelona, en su despedida. También Guardiola hizo que el Barcelona iniciara la recuperación de la pelota en la misma pérdida. Así, a los rivales que se pasaban cinco minutos corriendo detrás de la pelota, cuando la tenían no les duraba ni tres segundos. Y otra vez a correr.
En fin, fueron cuatro años maravillosos. Cada partido una promesa de felicidad. Cada partido del Barcelona de Guardiola nos hacía vivir la realidad de los sueños, lo que para nosotros es al menos tan importante como ganar todos los títulos que ganó y que, por supuesto, también sirven, especialmente para aquellos a los que sólo los calman los nùmeros (en eso se parecen a los economistas neoliberales que nunca tienen en cuenta a las personas).
Y como todo pasa, Guardiola, agotado por el esfuerzo de tanto tiempo exigiéndose y exigiendo lo mejor, se va a descansar un tiempo. Y como todo queda, el aporte tan rico en fútbol, tan espléndido en esfuerzo, tan genial en inteligencia, tan sublime en estética, se queda con nosotros para siempre. Hace mucho que no hablo con él, pero si algún día lo encuentro solo le diré gracias. Que es lo mejor que le podemos decir. Muchas gracias, Pep. Y volvè pronto.
El toque fue declarado de inutilidad práctica y, en todo caso, capricho de románticos perdedores para dar lugar a lo que llamaron apresuradamente "fútbol directo" y que no era más que un pelotazo largo generalmente sin destino preciso, adoptado sin cuestionamiento alguno por entrenadores "estudiosos". El Barcelona nos hizo ver que se toca para distraer y sorprender, para no tener que apelar al músculo sino a la inteligencia. Y que también sirve para defender: si la tenemos nosotros, como se juega con una pelota no la pueden tener ellos. Y para desanimar a rivales entusiasmados y bien preparados físicamente que, de tanto correr sin poder agarrarla, se cansan mentalmente y abandonan la tarea o siguen por inercia.
A los que confunden la velocidad con correr mas rápido, el Barcelona les reveló que, jugando a uno o a dos toques, la pelota circula mas rápido que cualquiera, y que para jugar a uno o a dos toques es necesario que el que la lleva tenga varias opciones de pase. O sea, el que la tiene no corre, corren los que no la tienen. Y que para ofrecerle una opción al compañero que la lleva hay que mirar y ver, y conocer el juego, cosas mucho más importantes que levantar pesas.
Y que el fútbol nos permite soñar y que eso de ninguna manera está reñido con ganar. "Estos jugadores hicieron realidad las jugadas que tantas veces soñé", dijo Guardiola, el conductor de este fabuloso Barcelona, en su despedida. También Guardiola hizo que el Barcelona iniciara la recuperación de la pelota en la misma pérdida. Así, a los rivales que se pasaban cinco minutos corriendo detrás de la pelota, cuando la tenían no les duraba ni tres segundos. Y otra vez a correr.
En fin, fueron cuatro años maravillosos. Cada partido una promesa de felicidad. Cada partido del Barcelona de Guardiola nos hacía vivir la realidad de los sueños, lo que para nosotros es al menos tan importante como ganar todos los títulos que ganó y que, por supuesto, también sirven, especialmente para aquellos a los que sólo los calman los nùmeros (en eso se parecen a los economistas neoliberales que nunca tienen en cuenta a las personas).
Y como todo pasa, Guardiola, agotado por el esfuerzo de tanto tiempo exigiéndose y exigiendo lo mejor, se va a descansar un tiempo. Y como todo queda, el aporte tan rico en fútbol, tan espléndido en esfuerzo, tan genial en inteligencia, tan sublime en estética, se queda con nosotros para siempre. Hace mucho que no hablo con él, pero si algún día lo encuentro solo le diré gracias. Que es lo mejor que le podemos decir. Muchas gracias, Pep. Y volvè pronto.
Angel Cappa
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