miércoles, 11 de julio de 2012

Te extrañábamos


Arrastrados por esta sociedad mercantilista donde todo cuesta pero nada tiene valor y se vive tan fugazmente como se piensa, hay técnicos que fácilmente renuncian al fútbol en su esencia. A lo que nos enseñó Pelé, luego Maradona y Cueto, después Romario y Redondo, o recientemente Ronaldinho, Forlán y Neymar. Y, presionados por el costo económico o ese presidente que nada sabe de balompié pero sí de dinero, priorizan triunfar a como dé lugar antes que jugar bien. Así pasa mucho hoy en día. Y abundan los resultadistas – esos que ganan horriblemente pero ganan – y a los románticos los tildan de anticuados o desfasados.

Pero todavía, felizmente, en esta jungla de forma esférica sobreviven algunos rebeldes que defienden la belleza como único medio para conseguir resultados en un juego (¿o no lo es el fútbol y si, acaso, una guerra?). Esos tan dignos que hasta reconocen al rival que hace una de lujo y nunca enviarán ‘ajustarlo’ o romperle la pierna pero sí anularlo con armas válidas.

Angel Cappa es uno de esos pocos. Al argentino, que se ha paseado por los mejores clubes del mundo, no le ha ido bien en los últimos años – fue subcampeón del Clausura 2009 con Huracán de Argentina y nada más- pero tiene el mérito enorme de defender sus convicciones. Esas que aprendió con Menotti – su maestro- e instauró en Real Madrid, Tenerife, Racing, Boca Juniors, Peñarol, River Plate y varios más. Una dinámica donde los once no sólo corran todo el tiempo y se respete al público y al rival, pero también al balón como símbolo del toque, la inteligencia y aprovechamiento de los espacios.

En su libro “¿Y el fútbol donde está?” (Peisa, 2009) hay una frase, entre miles, maravillosa: El fútbol no tiene sentido cuando lo quieren convertir en puro negocio.
Por eso me encanta que Cappa vuelva al Perú contratado por la Universidad San Martín. Y que nunca se vaya. Hasta la próxima.
o.rivasplata@pucp.edu.pe

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