lunes, 27 de mayo de 2013

TODO POR LOLO


A cien años de su nacimiento, que no daría por un video de 45 minutos de Lolo Fernández jugándose un clásico. Quizá mi colección completa de literatura deportiva. De repente, hasta mi camiseta de campeón de Pelota de Trapo. O, porque no, los souvenirs de alguna Copa América o mundiales de fútbol que me tocó participar.
Pues me iré a la otra con esa intriga, con ese sabor insípido de lo desconocido. Con el consuelo vano de los cuentos de mi padre sobre el máximo ídolo del balompié peruano: que rompía redes, que le hacía goles a todos los cuadros foráneos llegados a nuestro país, que fue goleador y campeón de América el 39, que marcó 155 con la crema e hizo más de 300 en toda su carrera…

Pues, Teodoro Fernández Meyzán sí que era de otro lote. Y no me refiero exclusivamente a las anotaciones que por camionadas hizo con Universitario de Deportes y la selección. Su trascendencia fue más allá. Lolo encarnó el verdadero concepto de ser deportista. Era bueno jugando pero mucho mejor como persona. Correcto dentro del campo y fuera de el, incapaz de actuar con alevosía u otra actitud reñida con el juego limpio. Tanto que nunca se negó a defender la camiseta del propio Alianza Lima o cualquier otro equipo nacional o extranjero en choques amistosos o giras internacionales y prefirió ser leal a la ‘U’ pese a las muchas ofertas que le hicieron. Por eso fundaron un estadio con su nombre cuando todavía era futbolista.  

Y no hay, dentro de las cientos de historias que en torno a su figura se han contado, quien cuestione su valor humano, su afecto al perfil bajo, su absoluto respeto por el rival. Así, hasta los Intimos de la Victoria estrenaron una banderola gigante lamentando su muerte, en setiembre de 1996. Un verdadero grande.

E, incluso, mis cuatro tomos de la serie rosa entregaría por 45 minutos del legendario nacido en Hualcará.
Hasta la próxima.

o.rivasplata@pucp.edu.pe


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