Desde los inmemoriales tiempos del heleno Píndaro – el primer
‘reportero’ que la historia tuvo, probablemente-, hacer crítica pública casi
siempre ha tenido ganadores arbitrarios. Pues ha convertido, a los remitentes,
en jueces inmunes. Declarantes del sí o el no sin riesgo de condena.
Calificadores de lo que es bueno o malo sin temor al bumerán. Así lo que digan
no tenga sentido o guarde arreglos encubiertos, incluso.
Pero, a veces – y por eso el ‘casi’- ya ni los más fanáticos
futboleros pueden soportar tanto despropósito. Pasa cuando la soberbia es tan
refulgente cual aviso de concierto chicha o tan grande como el estadio Governador
Magalhaes de Belo Horizonte.
Y ni Fernando
Niembro se salva, no señor. En la reciente final de la Copa Libertadores, el
reputado comentarista de la cadena Fox se pasó de vueltas, como tantas veces
ya, cuando no pudo soportar que un equipo brasileño otra vez se titulara
campeón, y se mandó reproches de diverso tipo contra los jugadores cariocas –
incluido Ronaldinho-, árbitros, organizadores y por poco también vendedores de
canchita en las tribunas que toditos, en América y el mundo, escuchamos con roche.
Cuestionamientos a los que el argentino tiene derecho, claro
está –finalmente, Olimpia fue muy digno, Atlético Mineiro jugó mal y hubo sumo
desorden tras el cotejo-, pero que se pierden en la insensatez cuando llegan
cargados de rabia evidente y mucha ‘malaleche’ dicen sus propios paisanos,
hasta alcanzar repudios continentales tal ocurre en las redes sociales donde
quieren hacerlo parrilla al periodista. Reflexión: Hay que saber perder, don
Niembro.
Y felices fiestas patrias.
o.rivasplata@pucp.edu.pe