Reducir problemáticas sociales a cuestiones netamente personalistas es una práctica común y que hoy encuentra otro capítulo en la trujillanísima novela UCV-Mannucci.
Pues, tras la reconocida intención hecha por el gerente del club poeta, Jean Ferrari, de concesionar el uso del estadio Mansiche por cinco años, varios, entre dirigentes, comunicadores y sobre todo, hinchas mannuccistas, han zapateado como bailarín gaucho y llevado la discusión a ámbitos que no defienden lo que a todos nos debe importar: el bien común.
O acaso, ¿no es clarísimo que, tras el severo error de cambiar el césped sintético por natural en una ciudad donde los campos de este tipo no abundan y la demanda es altísima, sólo se pueden jugar tres partidos en siete días para mantenerlo en aceptable estado?, ¿o que antes utilizaban el terreno hasta mil personas por semana y hoy solo lo deberían pisarlo 60 futbolistas por tres horas en ese mismo periodo?, ¿o que conservar una alfombra de caucho demanda costo cero (en el mejor de los casos) y una de grass exige horas hombre, abono, resiembra, agua abundante, demarcado, cortado, etc, y más de 25 mil soles mensuales a una entidad pobre y limitada llamada IPD?
Por tanto, lo mejor que podría ocurrir es que todos los escenarios deportivos y no sólo Mansiche sean administrados por privados sin distingo ya sea UCV, UPAO, DSV, Mannucci o quien se ofrezca. Pero, además, que la ciudadanía fortalecida en gremios de hinchas u otros, sí defienda y exija su uso mayoritario pero bajo las normas adecuadas (regular horarios para ligas de fútbol y atletismo o colegios, establecer días de no uso, de mantenimientos, etc) antes que acusar a los controvertidos Acuñas, Ferraris o Gayosos de atentar contra el deporte amateur.
Hasta la próxima.
o.rivasplata@pucp.edu.pe
Diario La Industria
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