Es de grandes ser hidalgos y admitir la permanente
posibilidad de corregirse. Y en ese sentido, las declaraciones de Natalia
Málaga, tras el notable logro obtenido en el Sudamericano de Voley de Menores,
resultan atinadas y muy adecuadas: “Reconozco que debo moderarme y no decir tan
fuerte algunas palabras… y las podría decir de otra manera”
Es indudable que las
ya célebres guapeadas de la ex subcampeona
olímpica o de cualquier DT van a servir
en cuanto se requiera para levantar a un grupo anímicamente disminuido o adormecido
dentro del partido. Sí, pero siempre que sea utilizado como una alternativa o
recurso, nunca como método. Pues, de lo contrario, se estaría imponiendo o
forzando una actitud – la disciplina- que cuando no se convierte en voluntaria
y nace del temor o la amargura, tiende a desbordarse. Esa es la clave del
asunto y lo cual la también coach de la UCV en la liga superior parece estar entendiendo y hasta
Cecilia Tait – “hoy se ve más trabajo táctico y menos insultos”- ha advertido.
Lo lamentable es que, con medios valorando más lo histriónico
por encima de lo esencial, que prefieren Al Fondo hay Sitio o El Valor de la
Verdad, no podría sorprendernos el poco interés que reportan por las virtudes
tácticas del campeón sudamericano (como el eficiente bloqueo y ataque) y siguen
magnificando los carajos y mierdas de su entrenadora como si fuera la mejor
manera de corregir a los peruanos. Ese
es el gran riesgo: validar la ofensa como la forma más efectiva. Sería craso
error y que no ayudaría para nada a una atleta consagrada reconocedora de sus carencias y una estructura deportiva donde el trabajo con menores tiene ya
muchas limitaciones. Hasta la próxima.
o.rivasplata@pucp.edu.pe
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