Hace unos días me acerqué a la caseta de información de la denominada Villa Bolivariana en la avenida Villarreal. Mi intención era saber si tan cierto podría ser que para noviembre de este año pudiera estar terminada como los organizadores de los Juegos Bolivarianos tantas veces han prometido. Lamentablemente, y no puedo decir que me sorprendí pues ya lo sospechaba, una de las recepcionistas encargadas de la venta de departamentos – la construcción es un conjunto habitacional- amablemente me explicó que no es sino hasta enero cuando estarían listos y que – a mi insistencia- en noviembre, fecha de comienzo de los Juegos, serían entregados dos pabellones para que se alojen los atletas, pero sin acabados de ningún tipo. La edificación, además, no incluye instalaciones deportivas de categoría A como exige la norma, amén que la zona donde se ubica resulta, hoy, peligrosa.
Para colmo, la semana pasada el congresista Daniel Abugattás criticó la lentitud con que se avanzan las obras de infraestructura (“la pista atlética del estadio Mansiche no es de buen nivel y los deportistas no tendrán donde hospedarse”, se quejó) y deslizó la posibilidad de que Trujillo pierda la sede.
Ante tal riesgo, y cuando sólo restan 100 días para el comienzo de un torneo asumido con suma improvisación –por más que algunos miembros del comité local se esmeren en decir lo contrario-, bien valdría replantear el número de competencias que nuestra ciudad debería adoptar. Con que las más tradicionales – caso fútbol, vóley, básquet, tenis, natación y otras – se disputen aquí bastaría. De esa manera, la carga organizativa sería menor y, por ende, mayores las posibilidades de salvar tantas deficiencias. Recordemos, los Bolivarianos reúnen a cinco mil atletas de más de 10 países durante 15 días.
Hasta la próxima.
o.rivasplata@pucp.edu.pe
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