Bryce
Echenique, alude, en su relato Pasalacqua y la libertad (Cuentos de Fútbol,
edic. Alfaguara, 1998) a un exportero
limeño de capacidades casi celestiales.
Increíble, libre,
volador, lo sindica, en una recreación entrañable de cuando el ganador del Premio Planeta era un pipiolo que, agarrado
de su amigo Carlos Iturrino, acudió por primera vez al estadio Nacional. Y, quizá el escritor lo habrá recordado,
nítidamente, el miércoles por la tarde cuando veía por televisión y esta vez
cogido, probablemente, de su inseparable vaso de vodka, a otro que de Pasalacqua
mostró muchas cosas en el gramado del coloso huancaíno: José Carvallo.
Porque el ‘1’
voló de palo a palo cual ave en picada, una y otra vez e hizo añicos los constantes esfuerzos de los
delanteros de Real Garcilaso durante los 120 minutos oficiales, tapó dos
penales en la definición y fue, en resumen, el mejor del partido y fundamental
para el vigésimosexto título nacional obtenido por el cuadro crema. Como aquel guardapiolas con la sudadera del
Ciclista Lima, un domingo de hace sesenta abriles.
Adicionalmente,
y no es poca cosa, hay un factor que revalora el logro merengue: la juventud de
su plantel. En la final de hace dos días, lejos de nutrirse de jugadores
experimentados cual es lo típico en una
realidad decadente como la nuestra, el DT Comizzo siguió apostando por
elementos jóvenes e hizo alinear a ocho menores de 23 años caso Chávez, Gonzáles, Romero,
Guarderas, Gómez y demás. Y se coronó a más de 3200 metros. “Se hizo inmenso, hasta las alturas, como
aquel hombre que volaba” remataría, Bryce. Y salud, campeón.
Hasta la próxima.
Oswaldo Rivasplata G.
Vespertino Satélite
No hay comentarios:
Publicar un comentario