jueves, 12 de diciembre de 2013

MANDELA, EL DT


“Cuando salió libre la cárcel quedó vacía para mí; ha sido mi amigo, mi padre” Así resume el valor que un preso tuvo en su vida, Christo  Brand. El norteamericano  llevó la no muy agradable misión de vigilar a los condenados de la cárcel de Robben Island, en Ciudad del Cabo, durante dos décadas. Pero allí, paradojas, donde supuso agonías del más dramático episodio, encontró el mayor ejemplo de dignidad que la historia le ha dado.

En esas podridas catacumbas fue, durante 18 años, carcelero de Nelson Mandela. El héroe africano cayó recluido en 1962 tras ser condenado por su férrea lucha contra las leyes del apharteid, sistema político que establecía una aberrante separación de privilegios contra los de color tales como prohibir que  ocupen cargos públicos, utilicen el transporte masivo o  coman en restaurantes con blancos, asistan a colegios de blancos ni transiten por zonas residenciales o siquiera puedan compartir centros comerciales o cines.  A pesar de ello,  ‘Madiba’, tras ser liberado, en 1990, no buscó venganzas y supo encontrar la llave que abriera el camino hacia su  sueño de  hermanar a toda Sudafrica: el deporte. Y utilizó el rugby, una disciplina considerada símbolo de la dominación blanca  y que promovía odios extremistas, para lograrlo. Pues donde todos veían marginación el encontró unificación, donde la mayoría veía odio el descubría reconciliación.  Y en 1995, ya convertido en presidente, hizo abrazarse y llorar de alegría a todo una nación cuando los ‘Springbooks’ se consagraron campeones mundiales tras vencer a los invencibles neozelandeses con un equipo conformado sin distingos de raza.

Ese fue su pasaje más simbólico, el momento cumbre de la liberación sudafricana. Incluso, Clint Eastwood lo recreó en una gran película: Invictus, ganadora de varios premios Oscar, en el 2009.
Y es que hay hombres cuya grandeza no se justifica ni con mil estatuas de oro.  “Un ser humano verdadero” como declaró, ayer, Christo Band, acongojado, tras enterarse de su muerte.
Hasta la gloria, Mandela.

Oswaldo Rivasplata

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