Desde la rabia cualquier expresión pierde
consistencia. Resulta como una flecha sin las plumillas que le dan estabilidad.
O como un búmeran que vuelve contra quien lo lanza. En el Perú hay mucho de eso. Y en el fútbol, pasión de
multitudes, se multiplica.
Ora, por ejemplo, es el caso de Pablo Bengoechea
y su designación como DT de la selección
de mayores. Y casi todos, tirios y troyanos, le dan patadones al estómago al uruguayo por su lógica decisión de aceptar
un puesto para el que, siente, está preparado, al margen de la incongruencia
del presidente de la FPF Manuel Burga quien hablaba de entrenadores A1 para
luego traer otro que era asistente del anterior seleccionador principal pero
que ya conoce muy de cerca la realidad local y a los jugadores.
Sin embargo, que no tiene experiencia, que
nunca dirigió a nivel de clubes, que es un muchacho en formación, que no lo
respetan, que es un fracaso seguro, continúan varios quienes, incluso, fracasaron
con roche cuando tuvieron su oportunidad y que, hundidos en su cólera, no
apuntan al verdadero problema, lo medular del asunto y que nada tiene que ver
con Mosquera, Bielsa, Markarián, Capello, Guardiola,
Mourinho o cualquiera por venir: Las estructuras de nuestro balompié. El
desorden, la mala planificación, los torneos mamarrachos, la pobre formación en
menores, el mediocre nivel doméstico, la carente educación física, la pésima formación
dirigencial y de entrenadores. Eso es lo que, fundamentalmente, se debe
cambiar. Sino nadie nos salva.
Hasta la próxima.
Oswaldo Rivasplata
Vespertino Satélite
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