No pocos, tras el burdo papel de la ‘Pepa’ Baldessari en televisión, comentan la ‘frotada’ de billetes del controvertido DT – ahora sancionado - pero, además, el presunto intento de soborno al portero de Mannucci, Víctor Ulloa. Es tema de la semana.
Y, entonces, cabe preguntarse: ¿Siendo nuestro país, lamentablemente, uno de los estados con mayores índices de corrupción, por qué no suponer que el fútbol, tan extraordinariamente masivo, no cobija a tantas ‘ratas’?
Obviamente, es así. Y ocurre en todo lugar desde que dejó de jugarse por amor a la camiseta y lo económico se volvió prioridad y violó la esencia del juego. Hace unos días nomás, el poderoso Fenerbahce turco renunció a la primera división y devolvió el título ganado pues descubrió que sus propios directivos arreglaban partidos. El 2006, el Juventus italiano perdió la categoría por ‘comprar’ a futbolistas. Este año, la FIFA separó a varios funcionarios con las ‘uñas largas’. Y, si debiéramos buscar ejemplos locales, habría decenas: en las mejores épocas de Mannucci sus jugadores cuidaban las taquillas para evitar que algunos directivos se las apropien mediante los famosos ‘carruseles’ o doble boletaje; el 2001, dos dirigentes de la UCV fueron expulsados cinco años pues quisieron sobornar al arquero Renato Rabines; el 2009, un delantero de Universitario de Trujillo se lesionó ‘mágicamente’ mientras calentaba en un partido de la fase Nacional de Copa Perú; ese mismo jugador fue separado del Garcilaso del Cusco junto a otros seis elementos acusados de ‘echarse’, el año pasado.
Es la mafia y el balompié, una convivencia tan fuerte como el narcotráfico y los malos políticos. Y que se mantendrá si no hay una clara intención de cambio que empiece desde los altos directivos de la FPF, quienes protegen a grandes clubes deudores, hasta el recogebolas más humilde que acepta esconder los balones para perjudicar al rival. Hasta la próxima.
Oswaldo Rivasplata G.
Vespertino Satélite
No hay comentarios:
Publicar un comentario