Me lo preguntó mi amigo y ex profesor,
en una charla de internet, hace dos semanas. También, y con olor a reclamo, una
excompañera de aulas universitarias, antier: ¿Oye, y, finalmente, van a organizar los Bolivarianos? Y a ella
tuve que responderle lo mismo. Pues ni treinta días han bastado para que el
panorama, tan sombrío como una playa
contaminada, cambie. O al menos mejore un poco tras aquella conferencia en el
hotel Costa del Sol dada a fines de octubre, de autoridades locales y
nacionales sonrientes, discursos de millones de soles y preguntas fáciles.
Quedan sólo 11 meses y, aunque
parezca increíble, casi nada se ha avanzado para asumir el compromiso más
grande que esta ciudad haya tenido: los Juegos Bolivarianos Trujillo 2013. Un
certamen internacional cuyas exigencias
son tan altas como una olimpiada. Donde participan más de 10 países (incluidos
España y México), se reúnen más de 100 mil personas entre competidores,
turistas y aficionados, se requieren infraestructuras de primer nivel (coliseos,
complejos, estadios, villa deportiva,
hotelería), servicios A1 (transporte, hospedaje, turismo, seguridad, educación)
y las condiciones de organización suponen meticulosos detalles.
Pareciera, ante tantas promesas reiteradas y falsas, que a quienes integran la comisión
organizadora no les contaron los problemas generados en la ultima edición
disputada en Sucre, Bolivia, el 2009, cuando los escenarios empezados a
construir con dos años de antelación no fueron terminados a tiempo y varias
competencias debieron ser encargadas a otras ciudades como Lima y Bogotá,
además de postergar dos meses el comienzo del torneo.
En tal situación, hasta copiar el
ejemplo boliviano sería una sensata salida.
Hasta la próxima.
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