Imaginemos a Messi y a Cristiano Ronaldo con dos graves lesiones de rodilla encima. Lo digo para que podamos comparar en igualdad de condiciones a los dos fenómenos del fútbol actual con Ronaldo, un futbolista letal como casi ninguno. Jorge Valdano le definió como 'La manada' y yo no encuentro mejor definición. Cuando arrancaba, cuando encaraba, parecía que todo retumbaba, quizá fuera el temblor de los defensas.
La opinión general es que su año en el Barcelona fue increíble, a veces con cierto menosprecio el resto de su carrera. Cierto es que el nivel que tuvo el brasileño como azulgrana fue lo más asombroso que se había visto en unos cuantos años, pero después fue igualmente un jugador maravilloso. E insisto, con dos lesiones graves de rodilla, algo fundamental para entender de qué clase de jugador estamos hablando. De uno capaz de compararse con los más grandes de la historia.
En esas condiciones marcó ocho goles en un Mundial (una barbaridad) y se siguió hinchando a hacer goles. No nos quedemos con lo que podía haber sido, sino con lo que ha sido. Un jugador que aterrorizaba defensas, insuperable en el mano a mano con los porteros (tenía todo tipo de recursos) y muy decisivo. Aparecía para ganar los partidos, y los ganaba. No hacía falta que estuviera en su mejor forma física para que las defensas retrocedieran 10 metros. Era feliz en el campo y hacía feliz a la gente, así de simple y de complicado.
Tenía fama de no crear el mejor ambiente posible en un vestuario, pero divertía al aficionado y hacía ganar a su equipo. ¿Se puede pedir más? Incluso en su última etapa, en el Corinthians, con un sobrepeso que era sobrecogedor, marcó 35 goles en 65 partidos. Sí, en la liga brasileña y todo lo que quieran, pero un promedio de más de 0,5 goles por partido con treintaitantos y con unos cuantos kilos de más. El futbolista más impactante que un servidor ha visto, el mejor, el más decisivo, hasta la aparición de Messi.
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