Las medias verdades o las mentiras totales
al paso de la dura realidad terminan desmoronándose como las dunas a
contraviento. Ni los despropósitos más bien hurgados o las maquillaciones más
bien tramadas las pueden sostener. Y hoy, a falta de menos de tres semanas para
que Trujillo asuma la responsabilidad deportiva más grande que le ha tocado, los
trujillanos la sufrimos. Pues los Juegos
Bolivarianos 2013 van camino al cadalso en lógica consecuencia del desorden y
la improvisación. De haber adoptado un torneo tan complejo y de exigencias
multidisciplinarias sin seriedad y siguiendo decisiones políticas y
partidaristas antes que por méritos para elegir a los miembros del comité
organizador quienes, finalmente, tienen mayor parte de responsabilidad en este despelote.
Hace unos días, la Organización Deportiva
Bolivariana decidió reducir el número de deportes que Trujillo tenía que
organizar y, de paso, le quitó, técnicamente, la sede principal pues Lima ahora
es la que mayores disciplinas albergará: 27. Luego, la comisión local admitió lo que hace muchos
meses ya era obvio pensar: que el condominio denominado Villa Bolivariana no
estará listo para cuando lleguen las delegaciones de los once países
participantes mientras la incertidumbre nos sigue apretando como una serpiente
constrictora al tiempo que decenas de obreros triplican esfuerzos por terminar
las construcciones en plazos menores que las normas exigen, los inspectores
extranjeros cruzan los dedos de pura preocupación, la
congresista Chihuán exige a los organizadores que no tapen el sol con un dedo,
el IPD Nacional acusa al municipio local de incumplido y luego se retracta en
una conferencia de emergencia y dice que la ‘villa’ si tendrá 300 departamentos
listos y allí se hospedaran 1500 deportistas (osea, 5 por departamento pese a
que cada cual solo tiene tres habitaciones pequeñas y no
tiene al menos un gimanasio de calentamiento o una losa deportiva) y los
oficialistas acusan de coimeros y antitrujillanos a quienes critican mientras
nuestros deportistas se preparan en pobres condiciones pues los escenarios
oficiales no están aptos.
¿Qué hacer, entonces? La respuesta más
valedera es replantear el proceso y tomar medidas salvadoras urgentes dado que
el torneo no se puede postergar. Hacer
un diagnóstico sincero y, según lo que se tenga listo en cuanto a estructuras
deportivas y recurso humanos, asumir lo que verdaderamente se pueda cumplir y evitar un descalabro internacional que nadie
desea. Y es que, si además se continúa la desesperada carrera de terminar las
obras a la guerra, se corre el riesgo de no cubrir los estándares de calidad requeridos y poner
en peligro, a corto y largo plazo, la integridad de quienes utilizarán esos
nuevos y vistosos complejos.
Finalmente, un dato que no es menor: el
2009, el comité organizador de los Bolivarianos de Sucre, presidido por Haydee
Nava, debió pedir sinceras disculpas a todo el continente por los serios problemas
que el torneo tuvo debido a los retrasos en obras para el certamen que cientos de deportistas calificaron como
el peor de toda la historia. Esto, no nos debe pasar. Hay que replantear, sin falsos orgullos ni
soberbias, y ya. Hasta la próxima.
O. Rivasplata