lunes, 19 de abril de 2010

Por amor a la camiseta, nunca más...



La semana deportiva trujillana no sólo estuvo movida por la victoria de la Universidad Vallejo -por 2 a 1 ante San Martín- y su retorno al liderato del torneo Descentralizado. También sonó la aparición del “desaparecido” mandamás de Carlos Mannucci, Daniel Salaverry, y su anuncio – inconcreto, de paso- de seguir al frente del popular cuadro local esta temporada. Sin embargo, y dentro de mi arbitrario análisis, hubo otra noticia que resultó más importante pero no por ello muy trascendente en los mass media durante los últimos siete días.

Leyendo el diario Satélite me enteraba que dos clubes de gran arraigo en el medio soportaban terribles crisis pues sus jugadores amenazaban abandonarlos en tanto no se les cumpliera con cancelar sueldos atrasados. Y la situación resultaba entendible salvo, por un detalle que no es menor y que, considero, sirve para entender también porque tenemos un fútbol tan pobre. Se trataba de dos entidades amateurs: Alianza Trujillo y Alfonso Ugarte. El primero del barrio Malambo y el segundo del legendario pueblo de Chiclín.

Ambos, formados al cobijo de deportistas e hinchas que, seguro, tenían la única intención de hacer feliz a su colectividad a través del fútbol y dentro de un entorno, el deporte aficionado, que no nació para ser manchado por el estúpido afán monetario como condición ineludible para defender una camiseta.

Lamentablemente, el amateurismo ha degenerado y jugar por cariño ya no es lo preponderante. Por eso cada año, a mitad de los torneos de liga, vemos situaciones impensadas hasta fines de los 80: equipos abandonados por futbolistas que reclaman haberes ante dirigentes que desaparecen.

Y esos, malos directivos que no sinceran su realidad económica, son los verdaderos culpables. No clubes millonarios que “rompen el mercado” o atletas que ven el deporte no profesional como medio de subsistencia, tal como aluden varios. Hasta la próxima.

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