lunes, 26 de abril de 2010
Máquina de ilusiones
BUENOS AIRES. Estamos un poco hartos de Messi, ¿no? De acuerdo, es un crack sin comparación, mete de a cuatro goles, durante el año pasado fue ungido número uno por los jurados futboleros más prestigiosos y, por lo tanto, se quedó con todos los premios.
No vamos a descubrir aquí los esplendores evidentes del jugador del Barcelona, ni vamos a discutir -faltaba más- su pleno derecho a figurar en todas las publicaciones, en todas las publicidades, en todas las conversaciones deportivas, sobre todo ahora que el campeonato de Sudáfrica está a la vuelta de la esquina.
Es que precisamente por eso, por tratarse de alimento informativo forzoso, empieza a caer pesado. Más todavía cuando sólo se acumulan elogios y vaticinios desmesurados.
Sin embargo, la dimensión de Messi -de su figura y no tanto de sus gambetas fulminantes y sus goles- invita una vez más a la reflexión. A tratar de imaginar las nuevas posiciones del fútbol y sus adalides en el trazado del poder económico mundial.
Si hay algo que no reconoce fronteras son el fútbol y el éxito. Lionel Messi es una buena síntesis que ha seducido incluso a uno de los mayores fabricantes de autos de China, lejano país y en apariencia ajeno a la tradición de la pelota.
La empresa Chery, que vendió el año pasado nada menos que 500 mil unidades y exporta su producción a 80 países, firmó un contrato con el rosarino para que sea el embajador internacional de la marca. Más precisamente de su modelo de alta gama, el Riich.
China ha desplazado a Estados Unidos como el principal mercado automotriz del mundo. Y -lo vienen sosteniendo los expertos como una profecía indiscutible- el gigante en expansión, más temprano que tarde, marcará el ritmo de los negocios a escala planetaria.
No sé cómo funciona la cabeza de los especialistas de marketing. Qué clase de deducciones realizan, qué interpretación de los deseos ocultos de sus potenciales clientes, qué operación simbólica los lleva a decidir el representante de una marca.
Como fuere, no deja de ser llamativo que una estrella del fútbol ayude a embellecer la imagen de la industria china, cuya excelencia suele estar bajo sospecha (basta con entrar a alguna página de fierreros para comprobarlo), a tal punto de convencer a los europeos más adinerados de comprar un Riich.
Se supone que algunos de los atributos de Messi se trasladarán a la imagen del auto -o de la industria automotriz china, cómo especificarlo-, transmigración difícil de corroborar, toda vez que entre Messi y un cero kilómetro de cualquier nacionalidad no parece haber cualidades compatibles.
¡Ya sé! Es mero pavoneo. La empresa Chery sólo pretende demostrar su poderío, que le permite, entre otras movidas promocionales, contratar como embajador a uno de los diez deportistas mejor pagos del mundo y rey del fútbol.
En cualquier caso, Messi continúa proyectando ilusiones, planes de negocios, estrategias globales. La carga más pesada, por ahora, es la que prácticamente lo obliga a erigirse en figura del Mundial, reproducir el efecto Maradona 86. De lo demás, probablemente ni se entere.
A veces mueve a sorna el encapsulamiento de Messi en su burbuja futbolera. Su horizonte que no va más allá de la línea de cal, de su ámbito de trabajo. Otras veces, se entiende a la perfección.
Alejandro Caravario. Tomado de Espndeportes.com
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