Sexto lugar de 16 cuadros participantes, el seleccionado juvenil de vóley debería sentirse conforme tras su actuación en el campeonato mundial jugado en nuestro país. Satisfecho pues, al margen de la entrega y coraje que demostró el plantel bicolor, no ha sido coincidencia que en la primera fase fuera ubicado junto a los débiles Tunez y Egipto (los peores elencos del certamen) y la accesible Eslovaquia, rivales que nunca le complicaron su pase a cuartos de final.
Pero, peor que aliviarle el rumbo a un equipo por ser anfitrión resultaría mantener un comando técnico irregular. Eso pasa con Natalia Málaga. Gloria viviente del deporte peruano sin lugar a dudas pero que como entrenadora no está, todavía, a la altura de lo que una selección nacional requiere. Sin claros recursos para replantear partidos o mínima autocrítica, la famosa “Doña Bárbara” se pasó la mayor parte del torneo culpando a sus jugadoras y achacándoles una y otra vez su presunta debilidad mental y poca actitud como única razón de las derrotas, además de su ya conocido descontrol y desatinados insultos cuando había que aprovechar al máximo – y con buenos argumentos y estrategias - los tiempos técnicos de sólo 30 y 60 segundos.
Y, entonces, ¿debería seguir en el cargo quien lejos de dar seguridad y confianza a sus dirigidas o asumir sus responsabilidades como entrenadora, transmite tensión en la mayoría de casos? La respuesta es obvia por más que se trate de una notable ex voleibolista e ídolo deportivo. No cesarla pero sí capacitarla. Hasta la próxima.
Oswaldo Rivasplata
Blog Lamula.pe
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