No voy a decir que Manuel Burga es un ladrón porque la verdad, no lo creo, ni que su reciente re-reelección como titular de la Federación Peruana de Fútbol (FPF) sea ilegal. Pues, tampoco lo creo. Ganó por 25 votos contra 10 y listo.
Pero sí, juro, que me resulta el dirigente con la ostra más grande que se haya tenido. De otro forma, resulta inconcebible como, con un nivel de rechazo del 92 por ciento de los peruanos –según Ipsos Apoyo- , se siga aferrando en un cargo que, evidentemente, le queda grandísimo.
Pues, decir, como tanto se defiende, que nadie reconoce sus logros pues tiene mala relación con la prensa es una terrible falacia. Porque un deporte tan masivo y de tanta influencia social no puede evaluarse sólo por cemento y eventos. Porque de ninguna manera, construir videnas o lograr sedes de torneos internacionales, bastan para mantener un mando si no han venido de la mano con mínimos resultados deportivos o muestras de transparencia y no burdos despropósitos. Porque bajo su dirección, hemos tenido el peor de los periodos futboleros y sufrido las más cruentas de la humillaciones en todas las categorías (al margen de esa eventualidad llamada “jotitas”).
En setiembre de este año, en este mismo espacio, advertía que la llegada de Markarián traería una intención baja: maquinar, aprovechando el concenso general que promovía el DT uruguayo, la continuidad de Burga. Se hizo realidad. E incluso, en su ‘jugada’, involucró a un directivo local, Alfredo Britto, que, vaya, había asegurado, nunca apoyaría el continuismo y perdió una oportunidad divina para deslindar y mostrar clase, como hace poco hizo el DT de León de Huánuco, Franco Navarro. Hasta la próxima.
Oswaldo Rivasplata G. Diario La Industria de Trujillo.
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