miércoles, 16 de junio de 2010

Enfermos de fútbol


Amanece y mi padre omite cualquier reclamo, pegado a la transmisión de un locutor radial que suena peor que una vuvuzuela y altera mi sueño. En el gimnasio Planet han instalado televisores LCD como arañas en la pared. El colegio de mi ahijado interrumpe las clases para que sus alumnos vean jugar a Messi. El restaurante de mi hermano parece tribuna de barrabravas y hasta el emolientero del barrio puso una pantalla de 14’ si es que no me decido a adaptarle un monitor a mi auto y mi sobrino deja de pedir las figuritas que todos los periódicos ofertan.

Así, lo querramos o no, somos presa de una enfermedad que parece no tener cuerpos donde no incubarse ni superficies donde no adherirse pues hasta papel higiénico con el rostro de Maradona he visto, amén de propagandas que motivan a las mujeres a ‘vacear’ tarjetas de crédito ante maridos idiotizados por una pantalla que sigue a 22 tras una pelota. ¿Por qué Sudáfrica 2010 – a pesar que, hasta ahora, es un mundial mezquino en buen juego- y el fútbol nos tiene como locos?


“Es el más popular y nada más” sentencian los facilistas. Y razones para creerles sobra: no existe un deporte de mayor acceso pues basta con una superficie terrestre algo plana y cualquier amasijo redondo para jugarlo. Es más, su ente rector en el mundo, la FIFA, agrupa 208 naciones asociadas, más que la propia ONU. Y son más de 30 mil millones los que verán por caja boba el torneo que se disputa en la tierra de Mandela.

¿Y cómo llegó la fiebre al Perú?, dicen que lo trajeron sus presuntos inventores, los ingleses, a través del puerto del Callao a fines del siglo XIX. ¿Y desde cuando se juega en Trujillo?; no lo sé, pero sí que ya fuimos subsede de un mundial, el Sub 17, en el 2005, y la hicimos linda. “¡Ok viejo, ganaste, sírvete unos jugos que está bueno el Chile – Honduras!” Hasta la próxima.

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