"El sexo no es un problema. El problema son los excesos." La frase del doctor Donato Villani, médico de la selección, reabrió el debate, típico en la antesala de una megacompetencia. Y resulta un poco más abarcativo que lo escuchado en experiencias anteriores, cuando entremezclado con el tabú propio de tratar públicamente un tema especial, la mayoría se quedaba con la sensación de que la práctica sexual resulta incompatible con otra práctica: la deportiva.
La historia tiene muchos capítulos, de los anecdóticos, de los curiosos. Desde el método Ion Tiriac, con la total anuencia de Vilas durante los Grand Slams, de tachar de la agenda de actividades la posibilidad de compartir un momento de intimidad en pareja en pos de un objetivo, hasta el desparpajo de los holandeses, de ser parte de una concentración no convencional... con sus mujeres. "Claro, por eso nunca ganaron nada", suele decirse, como justificación para equipos de los tulipanes que tenían buenas respuestas futbolísticas y mucho talento, pero que no llegaban a traducirlo en conquistas, en títulos.
Saben los médicos, saben los preparadores físicos, saben los protagonistas, qué es lo mejor y para qué está preparado cada uno. Y no siempre todo es como se piensa...
Recuerdo el día después del sopapo que les propinó Fiji a los Pumas, en el debut del primer Mundial, que se realizó en Nueva Zelanda y Australia, en 1987. Un allegado al cuerpo técnico de entonces, todavía dolido porque sabía que en un partido se había dilapidado gran parte de las chances de la selección, se mostraba indignado: "Yo no podía ni dormir. Por eso me llama la atención que algún jugador haya buscado, para sacarse la bronca, tener sexo. Yo, repito, no podría".
En la mayoría de los casos, quienes están fuera del grupo en cuestión, es decir, al margen de los jugadores y el cuerpo técnico, entienden que la abstinencia sexual puede resultar un problema en períodos prolongados de competencia, cuando en rigor pueden darse también situaciones como la narrada: que sea una vía de escape de la frustración. O, en una lectura más profunda, que existan jugadores a los que no les importa nada de nada.
La posición de Villani es elocuente: evitar los excesos. Ni alcohol, ni horarios inconvenientes, ni mujeres que no sean estables. Todo suena lógico. Habrá que ver si esa espontaneidad e ideas no se desnaturalizan -incluso desde lo mediático- y se utilizan a favor. Para desacartonar un tema que siempre fue tabú, y hasta con explicaciones técnicas minuciosas, como las de Bilardo, analizando la conveniencia de la postura pasiva para que "el jugador no haga demasiado desgaste".
Después, cada uno es grande y sabe cómo cuidarse, cómo aprovechar la bendición que significa poder jugar un Mundial. Que puede cambiar una carrera, para bien... o para mal. Se supone que nadie va a boicotearse estando ante la oportunidad de su vida. Se supone.
Claudio Cervino. Diario La Nación. Buenos Aires
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