Saramago, que hace unos días partió a mejores universos dejándonos una impronta de estricta defensa de los derechos humanos, decía que la ciudadanía se había inventado una piel gruesa para defenderse de la dura realidad social, plagada de explotación y desigualdad, a la que ni la propia iglesia católica hacia frente. Y en ese proceso le apuntaba, implícitamente, a muchos periodistas que llamados a denunciar lo obvio, callaban, quizás al compás del son político que más les convenga (lo que en Trujillo, siendo año electoral, lamentablemente también sucede).
Y es que sigo leyendo variada información llegada desde el punto de mayor concentración de prensa del momento y prácticamente nada, casi cero (¿está bien dicho?), descubro de reportes sobre flagelos sociales que resultan tan evidentes como moscas sobre queso en la tierra de los ‘bafana bafana’. Para muestra un botón y sólo el SIDA, la plaga del siglo, gobierna a placer en Sudáfrica: terrible 25 por ciento del total de su población es portadora del VIH en una colectividad con altos índices de promiscuidad y poligamia y un presidente, Jacob Zuma que, desdicha o suerte, tiene tres esposas.
En una salida casi desesperada, cuarentaidos millones de condones son distribuidos gratuitamente durante el mundial de fútbol – y en todo tipo de recintos públicos- por el gobierno para contrarrestar un problema que ya le ha costado la vida a casi 2 millones de sudafricanos en los últimos 15 años. Sin embargo, más venden los gestos elocuentes de Maradona, los ‘bloopers’ de arqueros o los conflictos internos de la selección de Francia. O, sentencioso: más importan las montañas de dinero e intereses furtivos en torno a un certamen cuyas connotaciones, incluso de tipo político, no tienen límites. Hasta la próxima.
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