“¡Yo lo descubrí!”, repetía un viejo entrenador cuando veía jugar a su ex pupilo en un partido de Copa Davis. “Nadie descubre a nadie”, retrucaba en voz baja el recordado y querido Jorge Rojas, preparador físico de muchos y buenos tenistas peruanos. El buen ‘Cocho’ decía: “El talento brilla con luz propia y, por lo general, se abre paso entre la multitud. Simplemente hay que darle la oportunidad en el momento indicado. Muchos, sin embargo, lo tienen delante de sus narices y no lo perciben, no lo huelen, y ese talento termina perdido”.
Sobre este tema de descubrimientos y oportunidades, el famoso entrenador Nick Bollettieri dice lo siguiente: “Parece fácil pero es un trabajo complejo. Algunos lo llaman buen ojo, otros buen olfato”. “Lo principal –dice el ex ‘coach’ de Agassi– es darse cuenta antes que todos quién puede llegar lejos o no. Es una especie de sexto sentido que tenemos algunos entrenadores”.
La discusión se extiende cuando se le suma a ese talento la mentalidad, el temperamento y otras cuestiones psicológicas. El Dr. Jim Loehr, en su libro “La fortaleza mental en el deporte”, afirma: “Es una inteligencia superior, diferente y especial que traen algunos chicos desde la cuna. Lo difícil, sin embargo, es sumarle a ese talento la perseverancia, la entrega, el sacrificio y una mentalidad ganadora. Esa combinación solo la reúnen los grandes jugadores”.
Lamentablemente, la mayoría de padres cree tener en sus hijos a una nueva estrella del tenis, generando una presión extra que termina siendo tremendamente perjudicial. Por ello no es raro ver raquetas colgadas antes de tiempo y chicos hastiados que no vuelven a disfrutar de este maravilloso juego.
Gonzalo Nuñez. Diario El Comercio.
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