Confieso no percibir “la gran Copa” como todos. Con un sentimiento de culpa inmenso por ello, muy avergonzado, empiezo a escribir estas breves líneas “políticamente incorrectas”. No me enorgullece un equipo que encaja dos veces goles decisivos, con robo o sin él, en el minuto 91, a un paso del objetivo, tara inherente a nuestro fútbol.
Tampoco convulsiono de emoción ante un once que “arratonado” hace del 0-0 un negocio sostenido pero discutible. ¿Que así se juega hoy? Basta con mirar la Copa para darnos cuenta de que los demás equipos “están en otra”. Si encima se pierde en penales pese a que el rival yerra el primero, hurras no voy a hacer, asombrado tampoco estoy, siempre nos va igual (¿cambio de mentalidad? ¿cuál?).
Por lo demás, en Eliminatorias ya el Perú de Uribe empató con Brasil (allá, 1-1) y el de Chemo también (acá, 1-1). En ambas ocasiones tampoco sentí que tocábamos el cielo. ¿Necesitaré un psiquiatra por ello? Felizmente nos tocaron bolivianos en los grupos, detalle clave. Hubo sí algunas figuras promisorias: Guizasola, Manco, Llontop, Sánchez. Y un Aurich de repechaje brillante que, jugando fútbol, ganó al Tecos de ida y vuelta. Quizá allí sentí que avanzamos, solo allí. Los dejo, tengo terapia.
Carlos Univazo. Diario El Comercio.
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