Cuando adolescente, supuesto pelotero de un barrio sí pelotero, eventualmente tomaba parte de esas peruanísimas actividades de comida, música y cerveza que en el primer quinquenio de Alan García se hicieron tan famosas como medio eficaz para paliar alguna urgencia económica y que, claro está, no eran raras en cualquier distrito de gran demografía: las polladas. Obviamente, más me interesaban aquellas que, además del baile y flacas bonitas, te seducían con una propuesta irrechazable: un torneo de fulbito.
Y fueron pocas las polladas deportivas donde jugué pero lo suficientes para recordar su naturaleza informal, de ‘champa’ como los goles más famosos de Sergio Ibarra, y que se sentían muy temprano, desde la forma en que cualquier elenco se inscribiera para participar. “¡Una tarjeta por jugador y listo ‘causa’, el que gana se lleva un cartón (caja) de ‘chelas’!” me arengaba el ‘Mono’, que era bueno friendo carne y también vendía cerveza y hasta fungía de árbitro, todo en un solo día.
Y no sé si el equipo más popular de Trujillo haya confundido la fase departamental de Copa Perú 2010 con un evento bailable deportivo de esos pero vaya que las actitudes de sus dirigentes así lo demuestran.
De estar errado, ¿cómo confiar cuando no hay una sola muestra clara de querer asumir con dignidad un certamen que es única vía de retorno de Carlos Mannucci al fútbol profesional?
Peor aún, ¿a qué santo rezarle si queda poco para el inicio de la competencia y sin entrenador, jugadores, logística o un presunto presidente –Daniel Salaverry- que anuncie medidas concretas y muestre real interés, hay cientos de clubes que le han sacado mucha ventaja y miles de hinchas casi asfixiados de angustia? Seis ‘lucas’ la tarjeta y te inscribes, Mannucci. Hasta la próxima.
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