Hace semanas, en este mismo espacio, proponía métodos de reflotamiento para algunas ligas deportivas locales que, a duras penas, sobreviven y otras que, asaltadas por directivos incapaces, yacen, tan desesperanzadas como los pobladores de Ongón, ese distrito patacino que sigue siendo el más pobre del país –increíbles 99.7 por ciento, consultar al INEI- y pareciera ignorar el gobierno regional. “Promuevan (dirigentes) convenios institucionales que permitan beneficios mutuos”, recomendaba, en el párrafo final.
Muchos años más atrás, “si al menos uno capta el mensaje me voy tranquila, los demás, allá ellos”, nos enrostró, entre desafiante y resignada, una hermosa profesora de Literatura del colegio San Juan a cincuenta mataperros que no dejábamos de piropearle mientras se despedía con una reflexión de tres largos minutos. Yo, siempre tan contracorriente, omití su consejo. Pero no todos son tan obtusos y hay quienes hasta del barro rescatan una piedra preciosa.
Entonces, no sé si Martín Flores leyó aquella columna a la que hago referencia. Pero eso no interesa. Lo valioso es que el presidente del Club de Tenis de Trujillo ha dado un ejemplo de capacidad de gestión y, sin mayor inversión que su ingenio, ha firmado un acuerdo con la 32ª. Brigada de Infantería del Ejécrcito Peruano que permitirá masificar un deporte erróneamente visto como elitista y que esconde a sus mejores valores, incluso, en los sectores más marginales de cualquier ciudad.
El convenio establece la instalación de academias en las canchas del recinto castrense –ubicado en la urbanización Pay Pay- para personal interno y todo público a precios muy económicos. Alguna vez, Víctor Camacho, como titular de la liga de fútbol trujillana, hizo lo propio con entidades como el ICPNA y Sencico lo que permitió a muchos futbolistas seguir carreras cortas. ¿Qué debe ocurrir para que otros dirigentes imiten? Hasta la próxima.
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