‘Lo que mal empieza mal acaba’ reza el dicho universal que solía utilizar mi madre cuando el último de sus hijos metía la pata por no planificar sus responsabilidades escolares. “Y ni llorando podrás mejorar si no planificas o preparas con tiempo tus tareas, entiéndelo”, me explicaba, más con cariño que rigidez, tratando de que aprendiera de los errores cometidos.
Hoy al entrañable Carlos Mannucci le ocurre casi lo mismo. Y son varios quienes le reclamamos un manejo serio y no de “equipo de pollada” acostumbrado a esperar el último momento para prepararse y afrontar una competencia tan dura y prolongada, como en este caso, resulta la Copa Perú. La diferencia es que, a pesar de eso, nada parece mejorar en el club más popular de Trujillo y cada temporada siempre la termina triste.
Esta vez, su fracaso resultó el más duro de sus 51 años de fundado: condenado a la vergüenza de abandonar el torneo amateur, tener directivos lamentables (léase “perromuerteros”) y jugadores que, en su gran mayoría, exigieron dos quincenas de deuda antes de jugar 90 minutos y defender el prestigio deportivo de una entidad que nunca había dado un W.O. a pesar de sufrir dificultades económicas mucho mayores.
Sin embargo, “peor que cometer errores resulta no aprender de ellos” también me decía doña Rosita González y es lo que cualquier integrante del cuadro tricolor debería comprender, de una buena vez, si desea sacarlo del atolladero. Y eso exigiría cambios radicales que van desde conformar una directiva con empresarios exitosos y honestos, crear divisiones menores, tener sede propia, inscribir un padrón de socios aportantes y organizar una hinchada ferviente pero no violenta, hasta renovar su plantilla y conformarla con futbolistas de mayor nivel y verdaderamente comprometidos, además de entrenadores con gran trayectoria. De lo contrario, el llanto no terminará. Hasta la próxima.
Oswaldo Rivasplata. Vespertino Satélite de Trujillo.
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