“Lo que mal empieza mal acaba” reza un dicho universal, común en sabios longevos cuando de condenar un proceso mal iniciado y luego peor terminado se trata. Y hace tres días, el club trujillano más popular, Carlos Mannucci , no hizo sino prolongar esa trágica película que protagoniza desde hace más de 15 años en su intento por volver al balompié rentado y que bien debería titularse como la frase de marras.
Siempre improvisado, desorganizado y pendiente de la aparición de un mecenas aventurero, cualquier estoico hincha con gruesa billetera o, caso inmediato, algún político urgido de favores eleccionistas, el elenco tricolor ha hecho su costumbre zarandearse entre la informalidad y la espontaneidad, como si el peso de la camiseta bastara para afrontar un torneo duro como la Copa Perú. Esta vez fue un humilde once de Catac, recóndito distrito huaracino, el que, prácticamente, firmó su sentencia. El Santa Rosa lo venció 1-0 y, salvo situaciones normalmente esquivas en este tipo de contextos – obligado a no perder ninguno de los cuatro partidos restantes y ganar un mínimo de tres- el cuadro de Bernales nuevamente deberá despedirse de la meta que abraza junto a miles de trujillanos.
Empero, lo peor es suponer, a raíz de lo que se observa, que la situación carlista permanecería como hasta ahora y sin esos cambios radicales que urge para convertirse en una seria entidad y afrontar con confianza nuevos intentos de retorno a primera: incorporar directivos comprometidos, captar socios, trabajar con menores, poseer sede institucional y, sobretodo, dejar de manejarse como un equipo del montón. De lo contrario, la película no terminará. Hasta la próxima.
Oswaldo Rivasplata González. Diario La Industria de Trujillo.
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