Abrumados por la fama, cegados por el figuretismo – o también desesperados por más de ello-, los humanos siempre, resultaremos, cual escopeta en manos de un bebé. Mucho más cuando nuestra función tiene sobrada trascendencia y extrema influencia en las masas, como es el caso de los periodistas. Y sí no eres consecuente ni tampoco tolerante, los resultados pueden ser penosos.
Pasa ahora con Phillip Butters (no acostumbro escribir sobre periodistas pero la situación lo amerita) y su lamentable conflicto con la sociedad homosexual – a través de los activistas del Movimiento Homosexual de Lima (MHOL).
Nadie, y la constitución lo ampara, puede quitarle su derecho a la opinión crítica y aguda respecto de tal o cual tema. Por supuesto que no. Pero, la raya se traspasa cuando el concepto viene cargado de promoción del conflicto, la agresión y la pobre discriminación. Lamentablemente, y Butters claro que lo sabe, su palabra, por ser líder de opinión, influye, pesa, en el sentir de muchos que lo leen o escuchan, quienes, fácilmente, pueden adoptar – y aplicar- lo que el comunicador con apellido de mantequilla y gran conocimiento en materia deportiva – eso nadie se lo quita, tampoco - expone.
Y si él reitera que “los agarro a patadas si veo a dos maricones besándose frente a mi casa o en el nido de mi hija” obviamente, podrían generarse consecuencias graves. Basta, y es más digno, criticar con altura, pero nunca promover actitudes cavernarias y no reconocer un error que, incluso, de hacerlo – en cualquiera de los programas donde sigue apareciendo para continuar el ‘show’ -, lo haría mucho más respetado.
Suficiente tenemos con estarnos convirtiendo en una sociedad insegura y llena de delincuentes de toda calaña. Hasta la próxima.
Oswaldo Rivasplata. Vespertino Satélite.
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