BUENOS AIRES -- Desde la vuelta de Odiseo (o Ulises, si prefieren) a Itaca, el tema del regreso como marca del destino, recuperación del origen, ha frecuentado las ficciones y, tal vez mucho más, la vida real. La vuelta al pago, incluso contra la propia voluntad. Como le sucedió a Carlito Brigante, el hampón de Brian de Palma que, luego de una temporada a la sombra, pretende terminar sus días en una playa, rodeado de cocoteros.
Pero pasa por el barrio y el barrio lo devora. Lo encadena al pasado, al delito del que no puede zafar, que lo acecha como una peste y lo define. Por supuesto, no habrá costas paradisíacas ni redención para Carlito. Honrando esta tradición, los futbolistas suelen regresar al club de origen (o a alguno cercano) cuando ya les queda poca cuerda. Se trata de un reflejo que tal vez debe leerse como declaración de amor y agradecimiento.
Tal vez debe leerse así: "Ahora que tengo mucha plata y los contratos no me interesan, me puedo dar el lujo del jugar en el club que más quiero y que me dio la oportunidad de triunfar, no en el que más me conviene." De paso (se) demuestran que siguen siendo los mismos, que el tiempo, la fama y los millones no los han afectado. Siempre decimos que en el fútbol, un ámbito más conservador que el Jockey Club, no cambiar es un valor de alta cotización. Últimamente, sobre Brasil viene cayendo una lluvia de estrellas maduras que, aunque han pasado el fugaz trecho del esplendor, mantienen un apellido resonante que le da un prestigio extra al torneo local.
Roberto Carlos y Ronaldo en Corinthians han sido casos prominente, al igual que Robinho en Santos, Adriano, Emerson, Cicinho y tantos otros que, con suerte dispar, luego de campañas destacadas en Europa y en la selección, recalaron en la tierra del carnaval. La moda sigue, por ejemplo, con la repatriación del mundialista Elano a Santos. El último talento recuperado para el Brasileirao es Ronaldinho. A los 30 años, el futbolista surgido en Gremio de Porto Alegre optó ahora por las playas cariocas y arregló con Flamengo.
Quizá dolido por el desplante de Dunga, que no lo tuvo en cuenta para el Mundial de Sudáfrica, el ex Milan y Barcelona parece decidido a precipitar el final de su carrera (más que a jugar la próxima Copa del Mundo en su país).
Por lo pronto, ha resuelto ajustar la ecuación de negocios a un momento de su vida en el que prefiere el relax al rigor de los entrenamientos y los viajes. Menos esfuerzo y contratos que no hacen extrañar a Europa.
Además de la añoranza de la familia, la torcida y las escolas do samba, los héroes que regresan a Brasil suelen pactar formidables acuerdos económicos en distintas ventanillas.
Ronaldinho cobrará casi 600 mil dólares mensuales (¡20 mil por día!), a lo que debe sumarse una cifra semejante por derechos de imagen, merchandising y algún otro plus. El paquete es posible por la participación de la empresa Traffic.
Clientela al Flamengo no le falta: en Brasil calculan que tiene 33 millones de hinchas, lo que lo convertiría en el equipo más popular del mundo. Nada que ver con el gesto del gran Rivaldo, quien luego de una interminable carrera en Europa y con 38 años fichó para el modesto Mogi Mirim, club en el que dio sus primeros pasos y que ahora preside. Caprichos personales, que le dicen.
Alejandro Caravario. Espndeportes.com
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