Cuantas veces, desde muchos años atrás, he debido escribir en torno al Carlos Mannucci. Y cuantas veces, también, analizando el abandono y manejo informal que el más popular de los equipos trujillano carga, como una marca indeleble sobre su pecho, desde su fundación, en 1959. Y es que la ‘tricolor’ resulta una oda al maniqueísmo, una figura donde conviven muchas tristezas y pocas alegrías.
Pero sus penas no son gratuitas y, casi siempre, vienen de la mano de pésimos dirigentes que, sabedores del arrastre popular que tiene, no dudan en asumir cargos pero priorizando intereses de protagonismo y no deportivos, aprovechando la desesperación que, normalmente, cunde en el seno mannuccista a puertas del inicio de un torneo oficial.
Así, han pasado los Franco, Córdova, Saavedra, Rodríguez, Ascoy y tantos más que ya ni vale la pena recordar y que, sino canibalizaron al club, tuvieron un penoso trato con los jugadores – muchos, ciertamente, irresponsables e indisciplinados- y hasta se llevaron buen dinero mediante los famosos carruseles. Lo peor de todo es que, como las vueltas de un circuito , siempre se llega a lo mismo.
Por eso, cada fin de temporada el recuento, comúnmente, es pobre, en rojo. Esta vez, y a pocas semanas de partir la temporada 2011, varios empresarios aseguran querer asumir las riendas y hasta convocan conferencias de prensa, pero ninguno, valgan verdades, evidenciando un proyecto serio y planificado, mientras la hinchada llora, angustiada. Y hasta, no pues, Daniel Salaverry se mantendría como presidente. Alguien que, como condenaría Martha Hildebrant, muestra ser “políticamente correcto”. Hasta la próxima.
Oswaldo Rivasplata G. Diario La Industria de Trujillo.
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