Alguna vez, a este desafecto de la trova, le sorprendió un artículo deportivo redactado por un poeta. La razón, más allá de ver a un cronista cultural opinar sobre aquellos temas con absoluta prolijidad, fue saber de un pequeño ajedrecista que, según las proyecciones del compositor, se convertiría en un crack de categoría internacional.
Han pasado algunos años del escrito de Luis E. García que me generó tantas dudas. Empero, el tiempo ha golpeado la cara del periodista y le sigue dando la razón al vate quien, como miles de trujillanos orgullosos, ha visto consolidarse al mejor trebejista que hayamos tenido: Renato Terry. Un paisano que, tanto de genio como de atrevido, ha roto los normales procesos de cualquier deportista hacia la consagración y, de chibolo sumiso y peinado monse que ganaba torneos escolares, en un cocacho paso a puntearse el cabello y someter al mismísimo Julio Granda hasta convertirse en Maestro Internacional sin cumplir mayoría de edad.
Sin embargo, sus logros nunca han sido acompañados del apoyo gubernamental necesario más allá de diversos homenajes que no cubren las diversas necesidades de un deportista calificado en plena actividad y, de no ser por sus sacrificados padres o el apoyo del colegio limeño Saco Oliveros – donde estudia y entrena becado-, el menor de los Terry Luján hubiera debido abandonar la carrera.
Ni la Federación Peruana de Ajedrez, ahora intervenida por el gobierno y acéfala, sirve. Pero, con voluntad siempre habrá solución. Esta sería insertarlo en el programa Padrinazgo IPD, que le permitiría recibir una subvención mensual. Tanto como la merecen sus compañeros trujillanos en la selección nacional: Deyvi Vera, Pierina Rosales y Diana Asmat. ¿Alguna autoridad dijo yo? Hasta la próxima.
O.rivasplata@pucp.edu.pe
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