“He conocido la felicidad” titulaba días atrás en una columna del diario europeo El Mundo, Angel Cappa. Fue luego del notable triunfo español ante Alemania en semifinales y que colocó al cuadro de Del Bosque en el partido definitorio del Mundial Sudáfrica 2010. Su singular frase respondía a la sublime emoción que le suponía ver, dentro de un certamen desprovisto de arte y un terráqueo futbolístico donde cada vez se extinguen los de juego fino, a un equipo venciendo con argumentos tan sólidos pero vistosos también, tan de fortaleza como de gracia, tan de ‘Tarzán’ Puyol como de ‘Cerebro’ Iniesta. Esa conjunción de armonía y pelota que ya solo sentíamos en el recuerdo o prendiendo el antiguo VHS.
Y por eso disfruto el campeonato conseguido por los de la Madre Patria tanto como Pelé, Beckenbauer, Zico, Cubillas y Valderrama y cualquier otro nostálgico estará haciéndolo a esta hora. Porque el elenco torero, y me resulta lo más resaltable de su campaña, revive la fe en el corazón de los resignados. Nos devuelve la esperanza de gozar la belleza en un deporte saturado por el sistema rígido y la mecanización, la pierna fuerte y el balón reventado.
El cuadro ibérico lo asumió y mantuvo hasta el final: el tic- tac, toma y corre, toca y pasa nunca se cambió incluso cuando las dudas afloraban –empezó perdiendo contra Suiza en el debut- hasta convertirse en un reivindicador del estilo que sólo algunos entrenadores rebeldes como el propio Cappa, Wenger, Menotti o Del Bosque se atreven a defender contra la incontenible marea sangrienta del resultadismo bajo cualquier precio. Y ese es el gran soporte que ha hecho de España un monarca con todos los méritos. Hasta la próxima.
Oswaldo Rivasplata. Diario La Industria de Trujillo.
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