La llegada del nuevo entrenador de la selección nacional, Sergio Markarián, alborotó, en grado nueve, el colectivo pelotero nacional. Tanto así que, solo para su presentación, hubo casi 300 periodistas acreditados los cuales ni el gobierno en situación de crisis puede convocar - menos todavía alguna burda sesión de concejo de nuestra pobre comuna trujillana - y a la hora de las encuestas más del 60 por ciento de peruanos se mostraba de acuerdo con el arribo del ‘Mago’.
Expectativa desaforada pero entendible si, dentro de un medio tan futbolero como el nuestro, juntamos la muy buena imagen que dejó el uruguayo a su paso por nuestro país, su ya demostrada capacidad internacional como estratega y el apasionado análisis en que nosotros, comunicadores, muchas veces caemos cuando de hablar de balompié se trata.
Esto, tan desubicado como lamentable. Y es que, en esa obsesión perversa que tenemos por clasificar a un mundial estamos viendo el panorama en un plano subyacente, secundario, monopolizado a un solo y cortoplacista objetivo: Brasil 2014.
Olvidamos que alcanzar el verdadero progreso no supone planes aislados y sí exige condiciones de tipo de idoneidad dirigencial, infraestructura física, planificación en menores, campeonatos adecuados y sistema de gobierno en un plano integral y descentralizado. ¿O con Manuel Burga todavía como presidente de la FPF, federaciones regionales contaminadas, torneos desorganizados, un programa educativo donde el deporte es invisible y escasa voluntad política sí importa clasificar, eh?
Entendámoslo todos, volver a la cita máxima después de 30 años sería bueno, pero no basta para solucionar el problema más importante: la crisis del fútbol nacional. Miremos el bosque, no el árbol. Hasta la próxima.
Oswaldo Rivasplata González. Diario La Industria de Trujillo.
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