En contextos de confrontación desigual ante tribunas fervorosas el espectador casi siempre tiende a solidarizarse con el más débil, sentencio hoy. Es algo casi natural y que este escriba, tan fanático del fútbol como los microbuseros de la indecencia, ha aprendido. Es como si viéramos la recreación moderna de David contra Goliat. Todos, los no comprometidos con el más fuerte, rogaremos que gane el de la honda y pretenderemos darle de alma al otro. Solidaridad quizás, o identificación con el desposeído en este país sin equidad, también.
El último domingo, cuando fui al estadio Mansiche para ver el choque Sport Vallejo y Carlos Tenaud por la Copa Perú, ocurrió nuevamente. Y pocas veces observé tanto rechazo hacia un equipo como aquel día. Cada minuto, desde la grada alta de la tribuna occidente bajaban, como bolas de fuego más grandes a su paso, coreados insultos hacia los integrantes del plantel poeta – incluidos suplentes, entrenador, directivos y familiares- en una muestra del lado más descarnado que el fútbol y sus apasionamientos puede generar a partir de las diferencias económicas o de poder que quisieran interpretar los exacerbados hinchas.
Todo parecía parte de un armado complot donde hasta los recogebolas participaban. Como si los vallejianos estuvieran condenados a pagar caras culpas por ser parte de un club con holgura económica, no defender al simbólico Mannucci o que el cuestionado César Acuña sea su mecenas. "Felizmente" ganó Tenaud y con justicia. Más adelante, esos mismos que rabiaban a favor de los de Chicago, seguro intentarán “asesinarlos” si “osan” enfrentar al cuadro mannuccista.
Es el fútbol y sus cerradas pasiones. Hasta la próxima.
Oswaldo Rivasplata G. Diario La Industria de Trujillo.
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